El Ministerio de Salud Pública de Afganistán informó a través de un comunicado que el terremoto de magnitud 6,3 que sacudió al país árabe el lunes por la madrugada dejó un saldo de 27 muertes y 956 heridos.
Sharafat Zaman, el portavoz del ministerio sanitario, lamentó que «debido al terremoto, se han producido grandes pérdidas entre la población y en las regiones del norte del país«. En ese contexto anunció que finalizaron las tareas de rescate, pero que todavía persiste la atención médica a los heridos, específicamente en los centros de salud.
Las provincias más perjudicadas por el sismo fueron Samangan y Balkh, ubicadas en el norte del país. La primera registró 13 muertes y 418 heridos, mientras que la segundo contabilizó 12 fallecimientos y 435 lesionados. En la misma sintonía otras jurisdicciones norteñas sufrieron una importante cantidad de víctimas, llegando a acumular alrededor de 1000 perjudicados por los temblores de acuerdo con las autoridades afganas.
¿Una importante magnitud?
El terremoto que afectó a Afganistán tuvo lugar a la 1 de la madrugada del lunes hora local (17.30 del domingo en la Argentina) y tuvo una magnitud de 6,3. De acuerdo con el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS), el epicentro fue en el distrito de Khulm, en la provincia de Balkh, y también se percibió fuertemente en la capital, Kabul.
Sin embargo, no es el primer movimiento sísmico que sufre Afganistán en este 2025. En septiembre diferentes terremotos causaron un importante desastre en el país árabe y dejaron 2200 muertes y 3600 heridos.
Si bien los terremotos que afectaron a Afganistán este año –incluyendo el de esta semana– fueron de una importante intensidad, otros países que estén mejor preparados para estos eventos supieron sufrirlo menos, como fue el caso de Chile en 2010, incluso a pesar de haber alcanzado una mayor magnitud. Sin embargo, el contexto de aislamiento internacional de la República Islámica de Afganistán por su gobierno talibán, con escasos recursos y pobreza crónica, generó una situación aún más grave de la que podría haber ocurrido.
Ubicada en las placas tectónicas india y euroasiática, Afganistán es habitualmente víctima de terremotos que causan importantes daños en la zona rural del país, donde la ayuda humanitaria generalmente no llega a tiempo.
Sin refugio y con bajas temperaturas
Los damnificados sobrevivientes todavía enfrentan dificultades para obtener refugios en un contexto de bajas temperaturas que complejiza aún más su situación. «El principal problema es el refugio y la falta de ropa o mantas calientes, algo que debe abordarse», explica Nik Mohammad, un habitante de la provincia de Balkh.
«Pasamos la noche en vela. La situación aquí es terrible. Las casas han desaparecido y hemos perdido nuestros hogares. Los niños y las mujeres no pueden soportar este frío. Necesitamos ayuda urgente con refugios», agregó el vecino afgano sobre las necesidades de su población.
Se calcula que al menos cien viviendas fueron derrumbadas solo por el terremoto de noviembre. «La gente común no puede ayudar, también ha resultado afectada. Las organizaciones y el gobierno deben construir refugios para nosotros», señaló Hamza, otro afgano perjudicado por la destrucción material de su país.
En el mismo sentido un activista civil y voluntario del norte de Afganistán, Ahmad Sahel, indicó que «una sola entrega de alimentos o una o dos tiendas de campaña no pueden resolver los problemas de cientos o miles de casas destruidas», y le pidió a su gobierno nacional y a las organizaciones de derechos humanos que ofrezcan «asistencia organizada en forma de campamentos, para que la ayuda llegue realmente a las víctimas del terremoto».
En cuanto a la comunidad internacional solo India ya ha respondido en favor de la población damnificada enviando alimentos y medicinas. En un paso por detrás solo Irán y Reino Unido prometieron enviar suministros y apoyos, aunque todavía no llegaron a su destino.
En cuanto a los organismos de la ONU sí estuvieron presentes la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), así como Médicos Sin Fronteras, que evalúan daños y coordinan la llegada de la asistencia a los lugares que más lo necesitan.

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