Este miércoles el Instituto de Investigación del Clima de Potsdam, en Alemania, alertó sobre el elevado nivel de acidificación de los océanos que implicó el séptimo quiebre a los nueve «límites planetarios» establecidos científicamente para permanecer bajo un ecosistema estable y sostenible.
Los investigadores que redactaron la última y reciente actualización lamentaron que «el océano se está acidificando, lo que amenaza la vida marina y nos lleva a condiciones peligrosas, con una tendencia que sigue empeorando». Si bien la acidez se mide por el pH -medida de acidez o alcalinidad de una sustancia o solución acuosa- la referencia central en la que se refleja este problema es en la concentración de aragonita, un mineral fundamental para los corales y algunos animales marinos. Cuanto mayor es el nivel de acidez, más desintegrada está la aragonita.
El límite mínimo conveniente para los océanos era el de un 80 por ciento de concentración del mineral, un valor similar a la era preindustrial. Sin embargo, el límite fue perforado por lo que la situación marítima se complejiza aún más. «El pH en la superficie del océano ya disminuyó aproximadamente 0,1 desde el inicio de la era industrial. Esto equivale a un aumento de la acidez de entre el 30% y el 40%» en los océanos, describieron los investigadores.
Además, los expertos especificaron cuáles son los daños particulares que provoca este bajo nivel de concentración de aragonita. «Este cambio amenaza a los organismos que forman conchas o esqueletos de carbonato de calcio, como los corales, los moluscos y especies cruciales de plancton. La desaparición progresiva de estos organismos puede alterar la cadena alimentaria«, detallaron respecto al ecosistema marino, algo que puede repercutir -en última instancia- en la alimentación humana.
Las especies especialmente en riesgo son los corales de aguas frías, los arrecifes de corales tropicales y las que habitan el Ártico. Así se afecta a ostras, moluscos y almejas, e indirectamente al salmón, las ballenas y otras especies marinas que se alimentan de seres vivos más pequeños.
Al mismo tiempo los investigadores ambientalistas responsabilizaron a la absorción del dióxido de carbono (CO2) que se emite por la quema de energías fósiles, como el factor decisivo por el que se quebró el umbral crítico que protegía a los océanos y las especies marítimas. Por este motivo llamaron a un nuevo esfuerzo mundial por detener los combustibles fósiles, debido a que previamente ya se había producido un blanqueamiento masivo de corales y un calor oceánico sin precedentes.
Los encargados de brindar información sobre los límites planetarios calificaron a los océanos como el «guardián anónimo de la salud planetaria». Esto implicaba que podía aminorar otros efectos adversos a nivel ambiental sobre los anteriores quiebres a otros umbrales, pero los últimos datos demuestran que sus funciones vitales están amenazadas, por lo que significa algo más que un paso atrás en materia de cuidado del planeta.
Los límites y sus situaciones
En el año 2009 un conjunto de más de 30 investigadores liderados por Johan Rockstrom habían publicado un artículo llamado «Un espacio de funcionamiento seguro para la humanidad» en donde mencionaban nueve sistemas y procesos que no debían ser traspasados por la actividad humana para una estabilidad de las funciones del soporte vital del planeta. Sin embargo, ya en aquel momento se consideraba que se habían «transgredido al menos tres límites planetarios» y las actualizaciones de estas casi dos décadas no dejaron de mostrar una grave desmejora de la situación.
La mayoría de los límites al deterioro planetario fueron traspasados. Los primeros seis que cayeron fueron el famoso cambio climático, la deforestación, la pérdida de biodiversidad, la proliferación de productos químicos sintéticos (incluyendo los plásticos), la falta de agua dulce y el equilibrio del ciclo del nitrógeno (relacionado a los insumos agrícolas). Desde el anuncio de cada quiebre, ninguno de estos límites logró mejorar sostenidamente sus estadísticas para retornar a niveles compatibles con la vida humana.
A ese grupo se sumó en 2025 la acidificación de los océanos. De esta forma los únicos dos límites no vulnerados son los aerosoles de la atmósfera –la contaminación del aire– y el nivel de ozono en la estratósfera.
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