Un equipo de investigadores argentino identificó un nuevo género y especie de ictiosaurio, reptiles marinos que dominaron los océanos durante más de 160 millones de años. Su trabajo fue publicado en una prestigiosa revista internacional.
El hallazgo fue realizado por científicos de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, del Museo de La Plata, de la Universidad Nacional de Río Negro y el CONICET.
A partir de un esqueleto parcial encontrado en exposiciones de la Formación Vaca Muerta, al norte de la provincia de Neuquén, se pudo encontrar a este especímen que fue bautizado «Eternauta patagonica». Se trata de un reptil marino de unos cuatro o cinco metros de longitud, con un cráneo cercano al metro. Entre sus rasgos más llamativos destacan sus enormes ojos, de alrededor de 25 cm de diámetro, y una mandíbula particular, adaptada para capturar presas pequeñas, ágiles y esquivas.
El trabajo consistió, primeramente, en describir la anatomía de la nueva especie de ictiosaurio. Lisandro Campos, primer autor del artículo, expresó: ”nuestro estudio se enfocó en el análisis de las dimensiones y morfología de los ojos de este reptil, a partir del anillo esclerótico, una estructura ósea que sostenía el globo ocular y ayudaba a mantener su forma durante el buceo, mientras que el análisis biomecánico sugiere una musculatura de sus mandíbulas estaba adaptada a un mecanismo de apertura y cierre excepcionalmente veloces”.
¿Qué eran los ictiosaurios?
De acuerdo con los especialistas, los ictiosaurios fueron reptiles marinos que habitaron los océanos de todo el mundo durante más de 160 millones de años, desde el Triásico Temprano hasta el Cretácico Tardío. Aunque no eran dinosaurios, convivieron con ellos y compartieron su época.
“Evolutivamente, los ictiosaurios descendían de reptiles terrestres que ingresaron al mar, adaptándose por completo a la vida acuática. Su cuerpo, externamente, tenía forma de tiburón o de delfín, con una cola en forma de media luna, patas modificadas a modo de aletas para direccionar el nado y un hocico largo repleto de dientes”, describió el científico de la UNLP.
El estudio indica que E. patagonica vivía en un ecosistema marino complejo, compartido con otros grandes nadadores carnívoros como plesiosaurios y cocodrilos marinos, que a su vez podrían actuar como depredadores de los ictiosaurios. Sin embargo, es probable que este ictiosaurio hubiese empleado una estrategia diferente para evitar la competencia directa: cazar a profundidades dónde otras especies de reptiles marinos no podían detectar presas.
“Sus ojos de grandes dimensiones, probablemente le habrían permitido detectar presas pequeñas —como peces — en zonas oscuras donde otros carnívoros no podían acceder. De la misma manera, es posible que los mismos también desempeñasen una función importante en la detección de presas con la capacidad de producir “chorros de tinta” (expulsión de un pigmento que al contacto con el agua marina se torna de color negro y nubla la vista de los depredadores cuando el animal se siente atacado) como algunos moluscos”, detalló Campos.
La mandíbula especializada como un mecanismo de apertura y cierre veloz le impedía atacar animales grandes o mordidas de gran fuerza pero le daba ventaja para capturar presas pequeñas y esquivas.
Esta adaptación —junto con el cráneo alargado cubierto de dientes finos y cónicos y unos ojos enormes— refleja una estrategia evolutiva orientada a explotar las presas más abundantes en un ambiente con alta competencia trófica.
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