La memoria es identidad recuperada, persistencia en movimiento, hombres y mujeres que no olvidan el camino transitado y lo que todavía falta recorrer. Las Abuelas de Plaza de Mayo son un emblema de esas luchas. Abren las puertas de su casa y lo hacen para unir voluntades, dar su mensaje y también escuchar. Dirigentes y jugadores de las divisiones inferiores de Lanús y Banfield las visitaron para un encuentro donde el nieto restituido Juan Pablo Moyano Altamirano, hijo de Elba y Edgardo, recuperado en 1983, los recibió. Con él estaba Esteban Herrera, que todavía busca a su hermano/a desaparecido, hijo de Georgina Simerman, detenida desaparecida cuando cursaba un embarazo de tres meses.
En la Casa por la Identidad suelen concretarse este tipo de experiencias que acercan al deporte y promueven nuevos vínculos, porque los clubes son espacios cada vez más sensibles a historias como las de Juan Pablo y Esteban. No en vano, ya hace tiempo la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino, la Coordinadora sin Fronteras de Fútbol Feminista, la Coordinadora de Hinchas y las diferentes comisiones o subocomisiones de DD.HH marcaron el camino con múltiples homenajes a las víctimas del terrorismo de Estado de la última dictadura genocida. La restitución de carnets a socios desaparecidos es apenas una muestra.
Esta vez, el presidente de Lanús, Nicolás Russo, y su vice, Alejandro Marón; y por Banfield, el prosecretario Nahuel Ravenna y el vocal Federico Macchi, entregaron dos camisetas de sus equipos enmarcadas en un cuadro que pasarán a formar parte del patrimonio de Abuelas, de ese mundo donde los derechos humanos y el fútbol dialogan en continuo flujo de intercambios para reconstruir la memoria. Una manera de sostener, además, que el deporte es un derecho conculcado, invisibilizado, y que solo con actos como éste puede potenciarse en el desarrollo de los procesos históricos. No para su manipulación con fines políticos, como hizo la misma dictadura. Pero sí para establecer mecanismos que preserven la memoria y desde los clubes se amplifique la larga lucha de Abuelas. Porque todavía resta conocerse la identidad de trescientos nietos que sus familiares nunca dejaron ni dejarán de buscar.
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