20 de octubre de 2025

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Desapareció un cuadro de Picasso cuando era trasladado de Madrid a Granada 

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La policía española investiga la desaparición de una obra de Pablo Picasso, valuada en unos 600.000 euros, que nunca llegó a destino cuando era trasladada desde Madrid hasta Granada para una exposición. El caso, bajo secreto de sumario, mantiene en vilo al mundo del arte y reaviva la vieja pregunta sobre la seguridad en el transporte de piezas de alto valor.

El cuadro, “Naturaleza muerta con guitarra”, fue pintado en 1919 con gouache y lápiz sobre papel. Mide apenas 12,7 por 9,8 centímetros, pero su valor artístico y simbólico es enorme. La obra iba a integrarse a la muestra “Bodegón: la eternidad de lo inerte”, organizada por la Fundación CajaGranada, que reúne piezas de colecciones privadas. Según el plan, debía llegar el viernes 3 de octubre, pero al momento del montaje, el lunes siguiente, los curadores notaron que faltaba.

La fundación informó que el envío con las obras partió de Madrid en una camioneta especialmente acondicionada y arribó a Granada a media mañana. El contenido fue descargado y revisado por el personal, aunque –según reconocieron– algunos embalajes no estaban numerados, lo que impidió una verificación completa. La entrega se firmó de todos modos, y el vehículo siguió viaje. Las obras permanecieron bajo videovigilancia durante el fin de semana.

El lunes 6, cuando se iniciaba el desembalaje, los organizadores descubrieron la ausencia del pequeño Picasso. De inmediato se dio aviso a la Policía Nacional, que tomó intervención a través de la Brigada de Patrimonio Histórico. Las cámaras de seguridad de la fundación no registraron movimientos sospechosos, por lo que las sospechas se centraron en el traslado.

Según reconstruyeron medios españoles, la camioneta habría pernoctado en la localidad de Deifontes, a unos 20 kilómetros de Granada. El alcalde del pueblo calificó esa parada como “inusual”: el viaje podía completarse en pocas horas sin necesidad de detenerse. Los dos transportistas declararon que se turnaron para custodiar la carga, pero los investigadores consideran esa escala como un posible punto de inflexión en la desaparición.

Por ahora no hay detenidos ni se conocen avances concretos. La obra pertenecía a un coleccionista privado de Madrid, quien había autorizado su préstamo para la exposición. Tanto la fundación como el propietario manifestaron su “plena colaboración” con la Justicia y confianza en que la pieza “aparecerá pronto”.

La desaparición de un Picasso no es un hecho menor ni un caso aislado. A lo largo de las últimas décadas, el nombre del pintor malagueño ha figurado en innumerables informes policiales. En 1976, un robo en Aviñón se llevó más de cien obras del artista, todas recuperadas tiempo después. En 2007, dos pinturas valuadas en 50 millones de euros fueron sustraídas de la casa parisina de una de sus nietas. En 1989, otras doce piezas desaparecieron de la villa de la Riviera Francesa de Marina Picasso, y en 1997 un hombre armado robó Tête de Femme en una galería de Londres antes de huir en taxi.

El magnetismo del nombre Picasso –sumado a los precios astronómicos que alcanzan sus cuadros en el mercado internacional– lo convirtió en uno de los artistas más codiciados por el crimen organizado. En subastas recientes, dos de sus obras superaron los 140 millones de dólares, y la demanda de falsificaciones o ventas ilegales sigue siendo altísima.

Este nuevo episodio añade una nota inquietante al mapa del patrimonio europeo. Que un cuadro de esas dimensiones –poco más grande que una hoja de agenda– desaparezca en pleno traslado entre dos ciudades separadas por apenas 420 kilómetros muestra hasta qué punto la seguridad del arte sigue dependiendo de procedimientos frágiles: embalajes mal identificados, escalas innecesarias, controles parciales.

El caso también abre interrogantes sobre la responsabilidad compartida entre las instituciones culturales y los transportistas. En España, como en otros países europeos, el movimiento de obras privadas no siempre se realiza con la misma rigurosidad que el de los museos públicos. En este caso, la ausencia de numeración en los paquetes impidió comprobar en qué momento exacto se perdió el rastro del cuadro.

Mientras tanto, la exposición en Granada sigue en marcha, aunque con un vacío visible: el espacio donde debía colgar la Naturaleza muerta con guitarra permanece libre, apenas acompañado por una cartela que explica que la pieza “no se encuentra disponible”. En la fundación dicen que prefieren no retirar el cartel: “Queremos que esté ahí cuando vuelva”, comentó uno de los organizadores a la prensa local.

La policía continúa revisando grabaciones de cámaras de autopistas y estaciones de servicio a lo largo del trayecto Madrid–Granada. No se descarta ninguna hipótesis: desde un robo premeditado hasta un error en la logística del traslado.

Por ahora, el pequeño Picasso sigue desaparecido. Y entre las cajas, los protocolos y el silencio del sumario, el caso suma un nuevo capítulo a la historia –ya extensa– de las obras del artista más robado del mundo.

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