18 de octubre de 2025

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Ecos del 17 de octubre: un Braden sin Perón

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A ochenta años del mítico 17 de octubre que marcó el nacimiento del peronismo, nos encontramos más dominados que nunca. El dramático presente no es otra cosa que el efecto tardío de una disputa histórica en la cual se impone -por el momento- una ideología de extrema derecha. Nos enfrentamos al complejo ejercicio de volver a sopesar ese legado enfatizando en las figuras de algunos de sus protagonistas. Como se sabe, la diplomacia estadounidense, materializada en la figura del embajador Spruille Braden, jugó un rol central en la conformación de la oposición política contra las aspiraciones del coronel Perón.

Ahora, las declaraciones públicas recientes del flamante embajador norteamericano en Argentina, Peter Lamelas, y la decisión del secretario del Tesoro de EE.UU. Scott Bessent de otorgar una ayuda económica extraordinaria al gobierno de Milei se sitúan en un nuevo escenario político local, en el cual la Libertad Avanza intenta por todos los medios ganar tiempo de cara a las inminentes elecciones legislativas.

Una línea de continuidad enlaza diferentes momentos históricos. La vieja política agresiva que inauguró la doctrina Monroe, el conflicto de los años ’40, las relaciones carnales de la época menemista y un presente signado por el escudo trumpista (proteccionista y defensivo) para Latinoamérica.

Lo determinante y novedoso es el momento geopolítico global en el que acontece. A diferencia de otras situaciones del pasado, Estados Unidos está atravesando un proceso de declive hegemónico en un mundo multipolar. Sin embargo, en su retroceso persigue el objetivo de incrementar su flujo comercial y profundizar su presencia militar y estratégica bloqueando toda iniciativa e inversiones presentes y futuras del gigante chino, que asoma como su principal rival económico y político.

Con ello desborda los límites de la diplomacia tradicional y encuentra en el gobierno argentino su principal representante ideológico en América Latina. Por primera vez en su historia, lo que caracteriza la política exterior argentina es su anudamiento con las prioridades de Washington, clausurando toda posibilidad de una política propia y sudamericana y dilapidando la soberanía nacional. En términos parecidos, pero en circunstancias y con resultados muy distintos se planteó la actividad del embajador Braden en Buenos Aires en 1945.

Braden o Perón

El nombramiento de Braden en Buenos Aires se produjo un mes antes de la muerte del presidente Roosevelt, aunque se hizo cargo de su puesto en la Argentina días después de su fallecimiento. Aparentemente, la razón de su elección se debía a su conocimiento de la política argentina y de sus personalidades, a partir de su actuación en la conferencia de Paz de la guerra del Chaco en la que había participado como delegado y en la que tuvo como principal adversario a Saavedra Lamas.

La política exterior de Washington, según el nuevo embajador, se enmarcaba en una visión cuyo fundamento era “una continua cooperación entre los Tres Grandes […] y la gradual resolución de los más importantes problemas interaliados”. En una entrevista de prensa, Braden negaba con indignación que Estados Unidos y Gran Bretaña quisieran llegar a compromisos con la dictadura argentina, surgida del golpe de estado militar de 1943.

“Nos gustaría ver –afirmaba– gobiernos democráticos en todas partes del mundo”. El gobierno militar, y Perón, su principal figura, en particular, era un obstáculo, un remanente nazi-fascista, en momentos en que la alianza entre los tres grandes, y especialmente entre Washington y Moscú, y el reparto de esferas de influencia trazado en sus grandes líneas en Teherán y Yalta, debían tener su reflejo en la Argentina.

Su objetivo manifiesto era derribar al gobierno militar y armar con los partidos opositores una salida política bajo la supervisión de Estados Unidos. Era en verdad una gran oportunidad para Estados Unidos, que no había podido hacer pie allí políticamente, a pesar de su creciente influencia económica. Gran Bretaña, el aliado subordinado, no estaba en condiciones de oponer demasiada resistencia a las intenciones de EE.UU. y la Unión Soviética, a través de sus fuerzas locales, se hallaba dispuesta a colaborar en la tarea y los objetivos del nuevo embajador.

El conflicto personal entre Braden y Perón, expresión de la aguda lucha política librada en la época, duró casi un año, hasta las elecciones de febrero de 1946, y ya forma parte de la mitología política argentina.

Durante el breve período en el que Braden se desempeñó como embajador de Estados Unidos en Argentina, entre marzo y septiembre de 1945, se convirtió en el líder de la oposición al gobierno militar. Motorizó el activismo de los partidos políticos, la Sociedad Rural, la UIA y la gran prensa, que ganó las calles el 19 de septiembre de 1945 con la masiva “Marcha de la Constitución y de la Libertad”. Era insólito ver a un embajador norteamericano alcanzar tal popularidad.

La política norteamericana logró, en aquella coyuntura, un amplio respaldo, tanto de la mayor parte de los partidos políticos como de la elite dirigente tradicional, que históricamente y hasta poco tiempo antes manifestaba una actitud hostil hacia los Estados Unidos y su expansión en la región. Y volvió a Washington dejando preparado un golpe de estado que excluía a Perón del gobierno militar.

Una jugada que podía anticipar un nuevo salto en las relaciones bilaterales y en la influencia política y económica del país del norte. Pero esa película duró menos de un mes, el 17 de Octubre le puso su “the end”. Ni la oposición política tradicional, ni la izquierda, ni los norteamericanos pudieron prever el vendaval político que se abría en el país en apoyo del coronel. La actuación de Braden en Buenos Aires en oposición a Perón fue movida tanto por el Departamento de Estado, como por fuerzas políticas locales.

Bessent-Lamelas

La fantasmagórica figura del embajador Spruille Braden tiene poco que ver con Lamelas. Braden fue un producto de la competencia y rivalidad estadounidense, británica y soviética en el mundo y de los resultados de la Segunda Guerra Mundial que tuvo una contrafigura inesperada en el Coronel Perón; promotor de una nueva política social y laboral.

En cambio, la elección de Lamelas -un empresario sin experiencia política ni diplomática- se explica, ante todo, por su cercanía con Trump, que representa al capitalismo neoliberal en una fase crítica, y la tarea de hacer extensivo sin mediaciones un programa económico, político, ideológico e imperial en la díscola Argentina.

En un escenario nacional en el cual el gobierno cede virtualmente su política cambiaria y económica al país del norte, no debemos olvidar la siguiente hipótesis que quizás se haga carne en las fuerzas sociales que emerjan cuando pase el temblor: a pesar de las relaciones de fuerza diferenciales entre las grandes potencias y los países periféricos, éstos últimos siempre tienen márgenes de decisión capaz de materializar una determinada política exterior que aspire a un desarrollo más autónomo.

Lo decisivo fue siempre, en circunstancias y contextos distintos, el grado de subordinación del país y la región a los designios de las grandes potencias y la capacidad de una fuerza política nacional que les haga frente. Eso sucedió con el advenimiento del peronismo nacido al calor de las movilizaciones populares de 1945.

Ahora, la deuda externa en dólares ya representa el 50% del PBI y es manejada desde los Estados Unidos. Esa es la dolarización que nos prometió Milei y nos convirtió en un país de ludópatas endeudados. El 26 de octubre se verá la capacidad actual de respuesta de la castigada sociedad argentina.

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