Todavía no lo puede creer. La emoción se le nota en la cara pero sobre todo en los ojos. Lo registraron los videos que se compartieron en redes sociales. Y las fotos que van y vienen de un lado al otro del Atlántico. Esta semana, la abogada tucumana Soledad Deza dejó las clases universitarias y los estrados judiciales en la capital tucumana –la que, dice, tiene el mejor sandwich de milanesa– y se convirtió, de alguna forma, en protagonista –y a la vez espectadora– del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, uno de los más prestigiosos de Europa y el mundo hispanohablante, a orillas del mar Cantábrico, como parte de la comitiva de la película Belén, que dirigió, coguionó y protagoniza Dolores Fonzi. El film se estrenó el martes en la competencia oficial y recibió la ovación del público. Deza, que estaba en las primeras filas, también se llevó un fuerte aplauso. Finalmente, es ella o mejor dicho, su lucha por liberar a una joven tucumana encarcelada injustamenten tras sufrir un aborto espontáneo la que se vio en la pantalla grande. En una entrevista con Página 12, desde España, cuenta cómo conoció la historia de Belén y destaca la importancia de que la película llegue a otros escenarios internacionales. “Yo me iba a dormir todos los días pensando, ¿y si esto sale mal?”, recordó de aquellos días en que estuvo abocada a conseguir la libertad de Belén.
La película fue elegida esta semana por la Academia Nacional del Cine para representar a la Argentina en los premios Oscar y Goya de 2026.
“Es una historia de una injusticia social que se expresa en la vida de las mujeres pobres con más crueldad, pero que interpela a toda la sociedad, que si no reacciona es cómplice”, la describe Deza a Página 12. Una chica presa por aborto representó históricamente el miedo para todas y fue una piedra de toque para la organización en una lucha común, un mismo grito de libertad en toda Argentina. “Hoy esta historia de libertad puede servir a otras Belén que estén abandonadas a su suerte en el mundo entero y también para incentivar la abogacía feminista. Y como dice Dolores Fonzi, la directora de la película: nos recuerda que si pudimos, podemos”, agrega Deza.
El jueves estuvo con Fonzi y Camila Pláate, la actriz tucumana que interpreta a Belén, en la 34a edición del Festival Biarritz Amérique Latine, un evento de referencia para el cine latinoamericano, donde la película ganó el premio del público.
Deza es tucumana, bajita, mide 152 centímetros. Usa aros llamativos, de colores, y grandes, y suele llevar anteojos de sol sobre la cabeza, a modo de vincha, sosteniéndole sus cabellos lacios, castaños y largos. Y cuando puede, fuma. Es curioso, pero podría haber sido psicóloga en lugar de abogada y tal vez la historia sería otra. “Justo mi mamá y papá se separaron medio conflictivamente en diciembre, entonces yo estuve con la cabeza en otras partes y llegó febrero y me fui a anotar a Psicología y ya estaba cerrada la inscripción”. Así que optó por Derecho, en la que sí podía anotarse. Hoy es directora ejecutiva de la Fundación Mujeres x Mujeres, y docente en la carrera de Derecho de la Universidad Nacional de Tucumán. También es madre de Agustín y Flor, ya veinteañeros. En la película, son interpretados en edad escolar.
No se enteró del encarcelamiento de Belén como se muestra en el film. En realidad, fue a través de una psicóloga que estaba citada a declarar como testigo en el juicio en el que se la acusaba de homicidio doblemente agravado. “Yo venía desde unos años antes haciendo capacitaciones sobre el secreto profesional y hablando en público sobre ese tema y la confidencialidad a propósito de otro caso, el de María Magdalena, una mujer pobre también denunciada por un aborto en otro hospital de Tucumán. Entonces, la psicóloga me llamó para consultarme si ella tenía que ir o no a declarar a ese juicio. Le explico que no. Y a la media hora me vuelve a llamar y me dice: ‘No te dije pero en este caso hay una mujer presa’. Ella me hablaba de un caso donde estaba acusada una mujer por haber tirado un bebé en el inodoro. Esa fue la narrativa que quedó. Y, bueno, así llego yo a este caso”, recuerda Deza.
—¿Y cómo llegó al feminismo? –le preguntó este diario.
–Siempre había querido hacer estudios de posgrado: cuando tenía tiempo no tenía plata, cuando tenía plata no tenía tiempo. Mis hijos eran más grandes y decidí anotarme en FLACSO. Por ese momento había empezado a vincularse con la política y puntualmente con el peronismo provincial, a partir de trabajar en el Gobierno. Hice mi tesis de la Maestría sobre objeción de conciencia y aborto, en 2011. Mi directora de tesis fue Florencia Luna, reconocida doctora en Bioética. Ese mismo año, tuve un aborto. Disponiendo de un montón de privilegios, igualmente lo hice con miedo, me costó dar con una médica amiga, en el interior circulé un poco por lo clandestino. Creo que ese hecho es lo que me termina haciendo feminista. Era un embarazo no intencional. Lo hablé con mi marido y él me apoyó y me acompañó. No sabíamos muy bien cómo pedirlo, y te estoy hablando del año 2012. Entonces, ese hecho de que te pasen un dato y dar con algún lugar y que el médico tenga dentro de su consultorio un lavatorio sucio… A mí me hizo dar miedo, salí llorando.
Después se topó con el caso María Magdalena, revelado por este diario. “Creo que todo eso me hizo orientarme para el activismo de los derechos vinculados a la decisión en el marco de la atención sanitaria. Pensé: si yo, que tengo a mi viejo médico y a mi madre abogada, tengo miedo, qué le queda al resto de las mujeres que tengan que atravesar una situación similar”, contó.
La película Belén la muestra en el centro del relato, buscando cómo sacar de la cárcel a la joven tucumana presa y condenada en un juicio plagado de prejuicios y poca rigurosidad en la prueba. La primera vez que vio el film todavía no estaba terminado, le faltaba el tratamiento del color. Al principio –dice– sintió que estaba muy expuesta en su vida más personal, en la cotidianidad de su hogar, su vínculo con su marido, con su hijo y con su hija, pero también en sus tribulaciones en torno a la defensa de Belén. “Yo me iba a dormir todos los días pensando, ¿y si esto sale mal? Fue mi primer caso con una mujer privada de libertad, efectivamente. Sí había defendido a otras mujeres criminalizadas por aborto, pero no presas. Entonces, esa responsabilidad profesional, que es personal y es intransmisible, es lo que quedaba cuando se terminaban las reuniones de la Mesa por la Libertad de Belén, y volvía a casa. Y eso está muy bien en la película y me parece que está bueno que se muestre, porque ése es un sobreprecio que tampoco se computa, ¿no?”, apunta.
—¿Y qué la llevó a agarrar el caso?
–Creo que la intuición de saber que disponía de herramientas para poder ayudar a alguien que no las tenía. No sé si lo pensé tanto, ésa es la verdad, pero me pareció tan injusto. Cuando la psicóloga me dijo que Belén estaba presa hacía dos años, creo que en mi cabeza no lo podía procesar. De hecho hice muchas cosas para poder dar con ella, porque no es fácil entrar a la cárcel cuando no sos la abogada de la persona. Recuerdo que fui y no me dejaron pasar. Entonces le dejé una tarjetita diciéndole que la quería ayudar. Después me habló la madre. A veces no pensamos que es muy fácil entrar dentro del sistema penal y es muy difícil salirse. Y también que el sistema penal te aísla. Yo me encontré una Belén sola, creo que eso también me convenció de que la tenía que ayudar.
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