Las últimas semanas fueron sumamente movilizantes para todas. No quiero ahondar en descripciones que conocemos ni en sentimientos que compartimos porque, seguramente, con muchas lectoras y lectores los transitamos cuando nos cruzamos en las movilizaciones e incluso a través de las redes sociales. Quiero aprovechar este espacio para compartir dos reflexiones.
¿Por qué tenemos que discutir sobre los temas que atraviesan a los feminismos en plena campaña electoral? Porque esos debates tienen que ver con los problemas de las mayorías. Cuando hablamos de la crítica realidad salarial y de precariedad en las condiciones laborales nos referimos al día a día de la joven que pedalea en Rappi hasta la trabajadora de casas particulares; a la enfermera o la docente, a la que trabaja en la fábrica o es oficinista. Cuando reclamamos por la salud y educación públicas lo hacemos porque son ramas enormemente feminizadas. Lo que no es una casualidad: en la vida cotidiana, somos las mujeres las que llevamos a los chicos al colegio, los ayudamos con la tarea, planchamos el guardapolvo y nos quedamos despiertas a la noche cuando tienen fiebre, los llevamos a la pediatra y nos acordamos de cuando tienen que vacunarse. Sí, las tareas de cuidado con bajos salarios y condiciones precarias en el ámbito público o gratuitas, en el hogar, recaen mayoritariamente sobre nosotras.
Entonces, urge debatir este tema de los cuidados, porque las consecuencias de la profundización de la dependencia con el Fondo Monetario Internacional implican más ajuste fiscal, que es recortes en educación, salud, discapacidad, entre otras áreas. Pero, además, son ataduras a las condiciones estructurales que sostienen y aumentan la desigualdad, que como en cada crisis, la pagan con más trabajo y esfuerzo las mujeres trabajadoras precarias, con la pérdida del poder adquisitivo de su salario, las mujeres que hacen changas, las que perdieron su empleo o sostienen, en los barrios, los comedores para las infancias más empobrecidas.
Y estas discusiones son las que hay que dar en cada lugar, las demandas que hay que convertir en marea y fuerza en las calles, pero también en el Congreso. Porque el 26 de octubre se votan diputadas, diputados y senadores y senadoras. Es una elección legislativa. En verdad debería referirme en masculino. Cuando veas la boleta, vas a encontrar la lista que encabezo, recién en el lugar número once. Las otras fuerzas: varones, varones, varones… Hasta que llega la lista del Frente de Izquierda. Es más, la Ciudad de Buenos Aires, la ciudad de la marea verde, es el segundo distrito electoral del país con menos mujeres encabezando: solo 3 de cada 10 que van primero, son mujeres.
Por eso hago una propuesta. Que evalúen lo que hicimos con mis compañeras y compañeros del Frente de Izquierda Unidad durante este año y medio de peleas y discusiones contra el gobierno de Javier Milei. Por nuestra historia de lucha, pero también por lo que haremos en nuestras bancas, en caso de obtenerlas. Nadie se va a vender ni va a buscar un beneficio personal y cuantas más bancas tengamos, más fuerza tendremos para enfrentar de verdad a este gobierno ultraderechista.
Eso es lo que cuenta, aunque a través de las grandes estrategias de marketing intentan hacerte creer que, haciendo lo mismo, el resultado va a ser diferente. Cada dos años, de nuevo lo mismo. Nosotras no nos cambiamos el nombre, no nos cambiamos el color, no guardamos nunca el pañuelo verde y por sobre todas las cosas, no llevamos en las listas a quienes ayudaron a gobernar a Milei. A ninguno.
No nos callamos cuando éramos poquitas las que bancábamos la presentación del proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, año tras año. No nos callamos cuando dijeron que nuestras vidas no valían, por eso seguimos diciendo Ni Una Menos. Tampoco nos callamos cuando nos decían que había que esperar: sacamos nuestros pañuelos verdes y nos revitalizamos con la fuerza de las pibas. Después ganamos el derecho a decidir porque desde las calles, movilizadas, logramos que ellos tengan que cambiar y votar lo que reclamábamos. Después llegó la ultra derecha y mientras la enfrentamos, algunos intentaron convencernos de que el problema eran nuestras luchas, que nos “pasamos tres pueblos”. Y allí estuvimos en la enorme movilización del 1 de febrero luego del discurso de odio de Milei en Davos. Les decimos que no, que no nos van a silenciar, nunca más. No escondemos nuestros valores ni nuestros principios, y los convertimos en acción, día a día. Podes elegir votar por lo que pensás, con tus banderas en alto.
Myriam Bregman: Candidata a diputada nacional por el Frente de Izquierda Unidad en la Ciudad de Buenos Aires, abogada en juicios de lesa humanidad y de trabajadoras y trabajadores
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