La semana dejó en claro que las definiciones de la economía argentina se toman en Estados Unidos. No tanto porque, en lo que va de octubre, Luis “Toto” Caputo haya pasado más tiempo allí que en Argentina, sino porque para saber qué hará el equipo económico hay que escuchar las declaraciones de Trump, seguir las intervenciones del Tesoro norteamericano y atender las definiciones de política cambiaria planteadas por Scott Bessent. Más allá de las interpretaciones y lecturas sobre si el rescate de EE.UU. ayuda o no a la Argentina, sorprende la naturalización sobre su evidente intervención en la economía argentina.
El acuerdo. La tan ansiada reunión entre Milei y Trump no trajo definiciones concretas ni sobre el swap, ni sobre el resto de los eventuales “rescates”. Del encuentro sólo se pudo confirmar que, según Bessent, el swap norteamericano no reemplazaría el swap chino. Nada más.
Pero el dato principal no fueron las indefiniciones, sino las declaraciones: el presidente Trump dijo que ayudará a la Argentina siempre y cuando le vaya bien a Milei en la elección intermedia, aclaración mediante. Quedó claro, entonces, que EE.UU. hará intervenciones hasta el 2026 y luego definirá la hoja de ruta según el resultado electoral. La conclusión del mercado fue sencilla: las intervenciones del Tesoro de USA no constituyen una nueva forma de vincularse con EE.UU. sino sencillamente un puente a la elección. Si la estrategia era que la reunión operara sobre expectativas para ganar tiempo, la cosa salió al revés. Las declaraciones de Trump obligaron a Bessent a intervenir nuevamente al día siguiente, anunciar, además, un refuerzo del acuerdo con 20 mil millones de dólares adicionales a través de bancos comerciales e intervenir en el mercado del CCL.
Riesgo kuka. La volatilidad del mercado tiene una explicación. En orden de prelación, a los agentes económicos les preocupa, en primer lugar, de donde salen los 4.500 millones de dólares del vencimiento en enero. Esto parecía haberse encaminado con los anuncios previos de Bessent, pero volvió atrás con las declaraciones de Trump. Pero no es la única preocupación.
Saldado enero, preocupa la hoja de ruta: el Tipo de Cambio Real Multilateral y la Cuenta Corriente Cambiaria. Estas dos cuestiones son las que dan por tierra el discurso del “riesgo kuka”: el problema no es que el mercado teme al kirchnerismo, sino que un resultado electoral adverso deja librado a su suerte al frente cambiario, un verdadero colador, al que se le inyectaron 85.000 millones de dólares en un año y continua con crecientes tensiones. La elección a esta altura funciona como catalizador: si no gana Milei y Trump no salda el desfasaje cambiario, ¿Quién paga enero? ¿Cómo se resuelve la Cuenta Corriente Cambiaria? ¿Las bandas resisten? A la inversa, si gana, sólo compra tiempo.
Otra vez sopa. El 11 de abril, la web www.argentina.gov.ar»>www.argentina.gov.ar anunciaba “un programa de facilidades extendidas con el Fondo Monetario Internacional por USD 20.000 millones” a lo que se sumaban “programas de apoyo de USD 12.000 millones y USD 10.000 millones” del Banco Mundial y el BID respectivamente. Pasaron seis meses y el anuncio se repite: “Trump duplica el apoyo y anuncian acuerdo comercial. Scot Bssent dijo que habrá una asistencia adicional y la ayuda será de USD 40 mil millones”, tituló Clarín esta misma semana ¿Por qué ahora habría de funcionar?
Plaza Accord. EE.UU. está jugando un partido propio: el de devaluar su moneda. En 2025 hubo una seguidilla de medidas de política económica, encabezadas por su aumento de aranceles al resto del mundo, que resultaron en una depreciación del dólar, acumulando 9% en lo que va del año. El punto es que, desde la visión de Trump, un dólar barato está bien visto, ya que aumenta su competitividad y lo ayuda en su búsqueda de llevar empleos nuevamente a radicarse en su país.
Esta hoja de ruta recuerda el Plaza Accord de 1985: en un contexto de fuerte apreciación del dólar a nivel mundial, EE.UU. impulsó un acuerdo con bancos centrales para intervenir y apreciar al yen japonés y al marco alemán, buscando reducir el déficit comercial con estas naciones.
Está claro que Argentina no es Japón ni Alemania. Pero lo aplicado aquí parece ser parte de una estrategia global, atravesada por la geopolítica. Nuestra economía compite con EE.UU., especialmente en el sector agropecuario. China no compró ni una tonelada de soja norteamericana en lo que va del año y la eliminación de retenciones al agro tuvo fuertes repercusiones entre farmers, lo que se reflejó en un fragmento del primer tweet de Bessent, en el que llama a finalizar la baja de retenciones (“tax holiday”) que, junto con las intervenciones en nuestro tipo de cambio, encarecen relativamente la producción local y pone en una peor situación a los productores rurales. La combinación de dólar barato y retenciones debilita a su competencia directa, protege a los quejosos farmers, facilita la importación barata por parte de argentinos, además de mejorarle el panorama electoral al gobierno y mostrar que EE.UU. también ayuda a sus aliados en la región, que en principio parece un “win-win” para la estrategia geopolítica de Trump. Las declaraciones de Bessent respecto a sostener las bandas cambiarias y apreciar el peso toman otro color.
Estabilidad o inestabilidad. Según la consultora 1816, el Tesoro de EE.UU. habría intervenido con 339 millones de dólares en las dos primeras jornadas activas. Al día de hoy, es posible estimar que las intervenciones superan, en el oficial y CCL, los 600 millones dólares. La retórica festiva de los defensores del libertarianismo choca con una realidad insoslayable: así como los dólares se inyectan en la economía argentina, con un enter se puede revertir la situación. Si, además, se tiene en cuenta que, según las propias palabras de Trump, el apoyo es a Milei y que frente a un gobierno de otro color político se retirarían, ¿cómo se garantiza la estabilidad financiera que era el objetivo principal de las intervenciones? Se abre un panorama sombrío respecto del devenir de la economía argentina, donde EE.UU. puede generar la corrida contra el dólar sencillamente porque gana otro espacio político, o incluso si al propio Milei se le ocurre algún gesto de independencia.
Si las intervenciones son, en realidad, “adelantos” del swap futuro, ello podría quitarle arbitrariedad a la operatoria mencionada. Pero no resuelve el problema porque retrotrae a un debate recurrente: ¿Qué nos exigen a cambio?
Evadir al congreso. Según trascendidos, el swap implicaría un intercambio de monedas entre el Tesoro de EE.UU. y el BCRA, para luego convertirse en dólares del tesoro argentino vía letras intransferibles. El tesoro vendería eventualmente los dólares en el mercado a través de JP Morgan y City. De este mecanismo se desprenden tres conclusiones. Por un lado, que se estaría usa peligrosamente el BCRA de pasamanos, con el único objetivo de evitar la aprobación del Congreso, necesario en caso de préstamos. En segundo lugar, el mecanismo pone en jaque la postura de los acreedores que reclaman a la Argentina considerando que el BCRA es el alter ego del Tesoro. Y el tercer orden, la duda sobre el presunto rol de JP Morgan, del que proviene todo el equipo económico y cuyo CEO estaría reuniéndose con Milei en estos días: ¿Habrá comisiones?
El tobogán de las empresas. Las dudas sobre la sostenibilidad del frente cambiario pega en la tasa de interés. Da la impresión que los bancos, antes que vender dólares a este precio, se cortan la mano. En concreto, esto hace inviable producir en nuestro país. Esta misma semana, CEPA publicó el informe sobre dinámica empresarial, que da cuenta de la desaparición de 30 empresas por día desde que asumió Milei. El total alcanza los 18.083 casos hasta julio último, primordialmente de sectores como transporte, comercio e industria manufacturera. Un verdadero programa de destrucción del entramado productivo de nuestro país. ¿Casualidad?
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