23 de octubre de 2025

Colinental

Toda la información al instante.

Las anécdotas inéditas del Maradona vecino

Compartir este contenido

Siempre hay algún material nuevo sobre Diego Maradona. El documental Yo jugué con Dios, que el productor audiovisual Raúl Papalardo presentó este miércoles en la escuela de periodismo TEA, apela a imágenes inéditas y caseras sobre el paso de Diego entre los ’80 y ’90 por el balneario Marisol, en el partido bonaerense de Coronel Dorrego.

Allí, Maradona solía hospedarse con su familia con el fin de alejarse de su exposición constante. “Era uno más”, coinciden los vecinos consultados por Papalardo. Diego viajaba con su pareja de entonces, Claudia Villafañe, y luego sumó a sus hijas Dalma y Giannina. Alguna vez lo hizo mientras cumplía su sanción post Nápoli por doping. Compartió mates y asados con los lugareños, jugó al fútbol y participó de desafíos con equipos de los alrededores con el fin de recaudar fondos. “Quería escaparse de todo el ruido”, recuerda Papalardo, quien empezó a trabajar en el material durante la pandemia.

Con voces en off, entrevistas y videos de época de medios locales y otros caseros, Papalardo -nacido en Bahía Blanca- armó un documental novedoso y emotivo. “Que no se termina nunca -le dice a Página/12-, porque cada vez que estuve por terminarlo, por suerte aparecía alguien para decirme que tenía algún material más. Así agregaba cosas todo el tiempo”.

Lo que se aprecia en Yo jugué con Dios es un Diego de entrecasa, que canta en escenarios de bares con micrófonos improvisados. Hay una escena en la que se lo escucha entonando una versión cumbiera de Y dale alegría a mi corazón, de Fito Páez, ya entrados los ’90.

También hay espacio para el humor. Papalardo pone ojo clínico para juntar audios e imágenes coincidentes. Una de ellas, cuando un ex jugador de la zona recuerda que para uno de los partidos el acuerdo era cuidar a Diego porque se preparaba para incorporarse al Sevilla español. Al mismo tiempo la imagen muestra un topetazo involuntario que dejó a Maradona tirado en el suelo y con sangre en el rostro.

DIego, rodeado de rivales y colados de ocasión.

El ex futbolista del Pacífico de Bahía Blanca Julio Vince cuenta que tras un partido fueron a bañarse al vestuario y se cortó el agua: “Diego me pidió que lo enjuague… fue una imagen rara, por lo menos… Mirá si me ven los vecinos enjuagando a Diego, pensaba mientras le tiraba un baldazo”.

Hay imágenes de época y otras actuales del Club Agrario, en De La Garma, localidad del partido de Adolfo Gonzáles Cháves, donde Diego se prestó a un partido. El estadio se convirtió en 1992 en el primero en recibir por nombre Diego Armando Maradona.

Entre otras anécdotas, otro de los vecinos recuerda, maravillado, que Diego jugó en la zona con el mismo par de botines que utilizó en el recordado Argentina-Inglaterra del Mundial de México, en 1986, cuando hizo el gol con la mano de Dios y el mejor de todos los tiempos, cuando apiló a medio equipo rival.

El director acierta también cuando elige una imagen más actual de Diego ubicado en una platea y respondiendo a la ovación: el sol, frente a él, asemeja casi una postal religiosa.

El equilibrio que se destaca en el trabajo de Papalardo está en los entrevistados. A los testigos anónimos les suma charlas con personajes más conocidos, como Raul «Lalo» Maradona; Oscar Quiroga, el arquero de Talleres de Córdoba el día del debut de Diego en Primera división; José Luis Lanao; Esteban Fuertes; Juan Barbas; Guillermo Blanco y Fernando Signorini. El ex jugador Jorge Rinaldi lo recuerda, por ejemplo, comprándole todos los diarios a un canillita de menos de 15 años para que se pueda ir a la casa. “El pibito -dice Rinaldi- tenía frío y cuando Diego le preguntó qué hacía trabajando a esa hora en la calle, le dijo que no podía irse hasta vender todos los diarios. Y Diego se los compró”.

La emotividad de Yo jugué con Dios no desciende en la hora y 15 minutos de duración. En el final se mezclan imágenes de la Plaza de Mayo llena para despedirlo tras su fallecimiento (el 25 de noviembre de 2020) con más testimonios. Entre ellos, el del periodista Ariel Scher. Y de fondo, buena música. Como la canción Revoluc10n, del grupo platense Escuálidos. “Yo que nací tarde para verte gambetear / Igual, juro amor eterno a ese amor a la camiseta / Sos Villa Fiorito y Dubai / Sos barro y siete estrellas, (revolucionás)”, canta su líder, Nicolás Badaracco. Lo acompañan Francisco Bertoloo (bajo), Gastón Badaracco (guitarra) y Guido Polioi (teclados).

“Cuando murió -recuerda uno de los vecinos que en los ’80 y ’90 se cruzó con un Diego íntimo, alejado de los flashes- nos dimos cuenta de que acá, en Marisol, no valoramos como realmente se merecía el hecho de que él haya estado entre nosotros”.

Su testimonio es uno más en la larga lista de coincidencias. Lo que importa, en todo caso, es que Yo jugué con Dios refleja la mirada de una comunidad sobre el verdadero jugador del pueblo.

source

Compartir este contenido