4 de noviembre de 2025

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Murió Dick Cheney, uno de los "halcones" artífices de la invasión de EE.UU. al Golfo Pérsico

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Dick Cheney, el exvicepresidente de Estados Unidos durante la presidencia de George W. Bush, murió a los 84 años luego de sufrir una neumonía irreversible. Será recordado como uno de los “halcones” artífices de las invasiones en el Golfo Pérsico y los posteriores ataques y persecuciones desatadas contra el mundo musulmán tras los atentados a las Torres Gemelas, en 2011.

El fallecimiento de Cheney fue producto de una descompensación masiva que comenzó con una afección respiratoria y derivó en problemas cardiovasculares, según indicó un comunicado de su familia, que ensalzó sus hazañas de invasor.

Como secretario de Defensa con George Bush padre dirigió la intervención en el Golfo Pérsico de 1991 y en su etapa posterior como vicepresidente de Bush hijo se desempeñó como uno de los arquitectos de la llamada “guerra contra el terrorismo”.

Fue líder de la política de “halcones” del Partido Republicano, aunque con el advenimiento de Donald Trump se distanció de esa fuerza política. Sus cuestionamientos al magnate fueron tales que lo calificó de “cobarde” y “la mayor amenaza que ha conocido la república”.

En el comunicado, la familia lo describe como «un hombre bueno que enseñó a sus hijos y nietos a amar a su país y a vivir sus vidas con coraje, honor, amor y amabilidad».

Sólo la larguísima operación militar que él diseñó en Irak dejó un saldo de más de 200 mil civiles muertos y alrededor de 4.400 soldados estadounidenses fallecidos, según datos oficiales.

Un vice de línea dura

El anuncio oficial de su muerte se conoció este martes, con un el texto en el que su familia precisó que el exvicepresidente “falleció debido a complicaciones de una neumonía y enfermedades cardíacas y vasculares” y destacó su extensa trayectoria pública. Aquejado por problemas coronarios casi toda su vida adulta, sufrió cinco ataques cardíacos entre 1978 y 2010 y llevaba un marcapasos desde 2001.

Nacido el 30 de enero de 1941 en Lincoln, Nebraska, y criado en Wyoming, Cheney estudió en la Universidad de Yale, aunque abandonó antes de graduarse, y finalmente obtuvo su título en Ciencias Políticas en la Universidad de Wyoming. 

Cheney fue considerado uno de los vicepresidentes más poderosos de la historia estadounidense, con una influencia determinante en las decisiones de seguridad nacional y política exterior durante los dos mandatos de Bush hijo, entre 2001 y 2009. Su figura encarnó la línea más dura del Partido Republicano y la expansión del poder Ejecutivo que caracterizó los años posteriores al 11 de septiembre de 2001.

Su carrera en el Ejecutivo comenzó en los años setenta, cuando fue nombrado jefe de gabinete de la Casa Blanca en 1975, bajo la presidencia de Gerald Ford.  En 1978 ganó el escaño de ese estado en la Cámara de Representantes, que mantuvo durante una década. A fines de los ochenta fue designado secretario de Defensa por Bush padre, cargo desde el cual dirigió la invasión estadounidense a Panamá en 1989 y la operación “Tormenta del Desierto” durante la Guerra del Golfo en 1991.

Halliburton

En los años de Bill Clinton, Cheney se alejó temporalmente de la función pública y se desempeñó como director ejecutivo de la empresa petrolera Halliburton, tan estrechamente vinculada al complejo militar-industrial estadounidense que incluso obtuvo contratos millonarios para la reconstruccion y establecimiento de servicios petroleros en el Irak de posguerra más adelante.

En 2000, cuando Bush hijo le pidió ayuda para seleccionar a su compañero de fórmula, Cheney terminó eligiéndose a sí mismo. Su llegada a la vicepresidencia coincidió con los atentados del 11 de septiembre de 2001, y desde ese momento se convirtió en el principal estratega de la llamada “guerra contra el terrorismo”. Mientras Bush era evacuado de Washington, Cheney permaneció en el búnker de la Casa Blanca, donde coordinó las primeras respuestas militares.

El exvicepresidente fue una de las principales voces detrás de la invasión a Afganistán y del «ataque preventivo» contra Irak en 2003, sustentado en las falsas acusaciones de que el régimen de Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva. Esas operaciones marcaron el inicio de una era de guerras prolongadas que se extendieron durante más de una década en Medio Oriente.

La guerra permanente y Guantánamo

Cheney promovió una interpretación del poder del Ejecutivo que perdura hasta hoy, justificando la acción militar sin autorización explícita del Congreso y la implementación de programas de vigilancia e interrogatorios coercitivos en nombre de la seguridad nacional. La prisión de Guantánamo y la red de centros secretos de detención de la CIA fueron parte de ese entramado.

Su rol le valió la condena por parte de organismos de derechos humanos, así como una mala reputación con el público, que lo apodó «Darth Vader». Según el Pew Research Center, dejó el cargo con una aprobación de apenas 31 por ciento.

Aun con una salud frágil, Cheney se mantuvo activo en el debate público hasta sus últimos años. En entrevistas recientes defendía sin matices las decisiones que tomaron Estados Unidos y sus aliados tras los ataques de 2001. “Hicimos lo que debíamos para proteger al país”, insistía.

Cheney representaba al “deep state”, como lo denominan sus detractores: la red de poder político, militar y corporativo que define buena parte de la política exterior de Washington. Su muerte cierra el ciclo político de una generación de funcionarios que moldearon el siglo XXI desde la lógica de la guerra permanente, una visión que permea la política exterior estadounidense hasta el día de la fecha. 

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