Desde hace tiempo insisto en este punto: los medios insisten en describir un gobierno horrible que reprime y humilla de distintos modos a la población. Y esto sin duda es absolutamente cierto. Los últimos movimientos de Trump constituyeron en su «comunicación» un agravio definitivo a la soberanía.
Sin embargo aquí nos encontramos con un problema clásico de la comunicación, el emisor nunca sabe del todo cual es el efecto de sus palabras, cómo es el receptor a quien se dirige y qué tipo de dispositivos operan entre su mensaje y el destinatario.
¿De verdad existía un pueblo ofendido en su sentimiento de soberanía? ¿Y si la palabra soberanía carece de significado para un vasto sector de los habitantes de este pais? ¿ De verdad existe un pueblo que condena la represión a los jubilados, la estafa a los discapacitados y los negocios con el narco? ¿Existe una instancia de lo social que sea nombrable como pueblo?
Sin duda hay una parte del pueblo muy considerable que sigue siendo popular. Pero la parte no es la totalidad. No existe del otro lado un destinatario que sea Uno y que se lo pueda tratar como si no estuviera fragmentado por los distintos dispositivos que nunca interrumpen su producción de subjetividades radicalmente dominadas por un sentido de supervivencia que disuelve todo sentido de solidaridad, o que se ha contagiado del odio y la crueldad contra los que un día fueron representantes de lo popular.
No es fácil evitar estos dilemas si no se combate al fascismo intentando lograr, aunque eso lleve tiempo, con un estado de movilización general de los sectores populares y que las militancias se liberen del yugo absurdo de las internas.
Hemos llegado hasta aquí intentando que el pueblo asuma todas las críticas al gobierno sin haber siquiera reflexionado sobre las bases populares que intervienen en el nuevo fascismo tecnológico. Recordemos que el término Pueblo es operativo políticamente cuando se despliega como sujeto histórico.
Y sin siquiera saber si se trata de un nuevo tipo de fascismo o del núcleo gorila siempre presente en la historia.
Difícil tarea la de admitir que no se conoce bien al destinatario al que se le envían los mensajes ni al poder del entramado mundial de Ultraderechas que considera ejemplar al gobierno argentino actual.

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