6 de noviembre de 2025

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"Que ésta sea la COP de la verdad"

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La cumbre climática COP30 quedó inaugurada en Belém, en el corazón de la Amazonía brasileña, con un llamado del presidente Luiz Inácio Lula da Silva a convertir esta edición en “la COP de la verdad”. Frente a jefes de Estado, delegaciones de más de 190 países y representantes de organismos internacionales, Lula abrió la primera jornada con un discurso centrado en la justicia climática, la desigualdad global y la urgencia de transformar los compromisos en acciones verificables. “El planeta no puede esperar a los discursos vacíos. No necesitamos nuevas promesas, necesitamos resultados”, dijo desde el centro de convenciones levantado a orillas del río Guamá, símbolo del territorio amazónico que eligió para mostrarle al mundo tanto la fragilidad como la vitalidad del mayor bosque tropical del planeta.

La apertura del encuentro estuvo marcada por la fuerte presencia de países amazónicos y africanos, y por la asistencia del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, quien calificó como un “fracaso moral” el incumplimiento de la meta de limitar el calentamiento global a 1,5 °C. La agenda de la primera jornada incluyó un plenario de líderes centrada en la crisis de los bosques tropicales y el lanzamiento del Fondo “Tropical Forests Forever”, una iniciativa que busca financiar la preservación de las selvas mediante incentivos económicos sostenidos. Brasil comprometió un aporte inicial de mil millones de dólares, y Lula invitó a otros países a seguir el ejemplo con la consigna de que “mantener el bosque en pie debe valer más que destruirlo”.

El tono del discurso del mandatario brasileño combinó advertencia y esperanza. Reclamó una nueva gobernanza internacional capaz de fiscalizar el cumplimiento de los compromisos asumidos en el Acuerdo de París y propuso crear, bajo el paraguas de la ONU, un consejo climático con poder real de supervisión. Denunció que las instituciones financieras globales siguen sosteniendo un modelo extractivista que beneficia a los más ricos y deja a los países del sur global atrapados entre la deuda y la dependencia de los combustibles fósiles. “La crisis climática es también una crisis de desigualdad. Los que menos han contribuido al problema son los que más sufren sus consecuencias”, señaló, y agregó que los pueblos originarios de la Amazonía deben ser protagonistas de la transición hacia un modelo sostenible.

El contexto elegido para la cumbre fue, en sí mismo, un mensaje político. La ciudad de Belém, capital del estado de Pará, se preparó durante meses para recibir a más de 50 mil participantes en medio de críticas por la falta de infraestructura y los precios desorbitados del alojamiento. Para el gobierno brasileño, realizar la COP en la selva, y no en un gran centro urbano, fue una manera de situar el debate en el territorio donde los efectos del cambio climático son tangibles: la deforestación, las sequías extremas y las inundaciones que afectan a comunidades ribereñas e indígenas. Lula lo expresó con claridad: “No queríamos comodidad, queríamos desafíos. Queríamos que el mundo viniera a ver la Amazonía”.

En los márgenes del encuentro, se multiplicaron las demandas de los movimientos sociales y de las organizaciones indígenas, que reclamaron compromisos efectivos contra el avance de la minería ilegal y la violencia ambiental. También hubo manifestaciones de jóvenes activistas que exigieron el abandono definitivo del petróleo y del gas como fuentes energéticas. Mientras tanto, las delegaciones comenzaron a delinear los borradores de las resoluciones que marcarán el rumbo de las negociaciones en las próximas dos semanas, cuando se discutan las metas de reducción de emisiones, el financiamiento climático y los mecanismos de compensación por pérdidas y daños.

La primera jornada de la COP30 dejó en claro que el desafío de la acción climática excede los límites de la diplomacia ambiental. Desde la Amazonía, Lula intentó reposicionar a Brasil como un actor central en la política verde global y ofrecer una narrativa de liderazgo desde el sur. Su discurso, aplaudido de pie por los asistentes, buscó reinstalar la idea de que sin justicia social no habrá justicia climática, y que el tiempo de los anuncios terminó. La pregunta que quedó flotando, al cierre del día, fue si la “COP de la verdad” logrará transformar esa apelación moral en compromisos concretos y verificables.

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