28 de octubre de 2025

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River: lo viejo no funciona, lo nuevo tampoco

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La impensada eliminación de la Copa Argentina a manos de Independiente Rivadavia de Mendoza le redujo a River el menú de posibilidades para llegar a la Copa Libertadores del año venidero. Sólo le quedan dos: ganar el Torneo Clausura o salir detrás de Rosario Central en la tabla anual que se cierra dentro de tres fechas. Quedar tercero lo manda a jugar el repechaje. Terminar cuarto lo instala en la Copa Sudamericana. Las chances no parecen remotas: el tema es que el equipo de Marcelo Gallardo no inspira confianza, no seduce, no enamora. Ha fallado invariablemente en todas las grandes instancias que afrontó desde que el técnico inició su segundo ciclo hace un año, dos meses y veintiun días atrás.

Y en esa seguidilla de frustraciones, la responsabilidad de Gallardo se dibuja con perfiles muy nítidos. No sólo porque es quien forma los equipos y define los planteos para cada partido sino porque además, tiene la última palabra del fútbol riverplatense. El presidente saliente, Jorge Brito, y el ahora secretario y casi seguro presidente entrante, Stéfano Cozza Di Carlo, le dieron las llaves de la multimillonaria tesorería del club. Y es Gallardo quien dispone las altas y bajas del plantel, llama a los jugadores y arregla sus contratos. Si River invirtió en refuerzos más de 60 millones de euros en los tres últimos mercados de pases fue porque así lo dispuso Gallardo. Nadie más que él.

Sin embargo, su River jamás arrancó. Lo viejo no funcionó y lo nuevo, tampoco. Ninguno de los futbolistas a los que les prometió un destino triunfal, le dieron un salto de calidad. Desde este mismo espacio, en abril de este año, se señaló que el plantel tenía menos jerarquía que aquellos que había armado en su histórica primera etapa. Seis meses después, el diagnóstico sostiene su vigencia. En el Mundial de Clubes, River no pudo ganarle a Monterrey de México un partido accesible y sólo le aguantó un tiempo el ritmo al Inter de Milan. En la Copa Libertadores, Palmeiras le ganó de ida y de vuelta y lo bajó en cuartos de final, mucho antes de lo pensado.

En el plano local, incluso, le fue mucho peor. Por tiros desde el punto penal, Talleres de Córdoba le ganó la Supercopa Internacional, Platense lo quitó del Torneo Apertura en pleno Monumental e Independiente Rivadavia hizo lo propio el viernes en la Copa Argentina. Y ganó apenas dos de sus últimos nueve partidos por las Copas y el Torneo Clausura. Ante semejante escenario, cualquier otro técnico sin su espalda inmensa hubiera tenido que irse. Gallardo aguanta sólo por la historia y el aura ganadora que tiene detrás

En este contexto desconfiado, River asume la salvación de un año futbolisticamente muy malo. Dentro de dos semanas, deberá ir a jugarse la ropa a la Bombonera en un superclásico con morbo garantizado. Nadie cree que vaya a quedarse afuera de la Copa Libertadores del año venidero. Pero también nadie cree que Gallardo esté en su mejor momento o tenga los recursos necesarios para dar semejante paso.      

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