La actividad económica registró en julio una caída de 0,1 por ciento respecto del mes anterior, según el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) publicado por el Indec. Se trata de la tercera baja consecutiva en la medición desestacionalizada, lo que refleja un estancamiento en el nivel de actividad tras el impulso inicial de comienzos de año. En la comparación interanual, en cambio, el indicador mostró una suba de 2,9 por ciento frente a julio de 2024.
La evolución a dos velocidades responde a distintos factores. En el corte interanual, once de los sectores que integran el EMAE tuvieron desempeños positivos, con la intermediación financiera a la cabeza, que creció 23,2 por ciento, y la explotación de minas y canteras, que avanzó 13,4 por ciento. Ambos rubros fueron los de mayor aporte al crecimiento global del indicador. Sin embargo, el peor desempeño correspondió a la pesca, que continúa en caída en medio de conflictos gremiales, paralización de la flota que afectan a miles de trabajadores del sector.
El dato de julio no incorpora aún las consecuencias de la crisis cambiaria que estalló a mediados de agosto, cuando la cotización del dólar se disparó y el Banco Central se vio forzado a llevar la tasa de interés de referencia hasta el 70 por ciento. Esa decisión encareció el financiamiento para familias y pequeñas y medianas empresas, agudizando las tensiones recesivas. La fotografía que ofrece el EMAE es, por lo tanto, la de una economía que ya venía debilitándose antes del nuevo shock financiero.
El desempeño de la intermediación financiera, con un salto de más de 20 por ciento, muestra el peso creciente del sector bancario en el movimiento general. El indicador también refleja el recorrido de la economía durante los primeros diez meses de gestión de Javier Milei, cuando el nivel de actividad cayó en términos interanuales. A partir de allí, y en línea con la desaceleración de la inflación y el crecimiento del crédito en algunos segmentos, el sector comenzó a mostrar mejoras interanuales durante nueve meses consecutivos. La tendencia, sin embargo, se encuentra en duda: la tensión cambiaria y monetaria de agosto plantea un escenario en el que no está garantizado que esa dinámica positiva se sostenga en los próximos meses.
En comparación con noviembre de 2023, es decir desde la asunción de Milei, la economía acumula un crecimiento cercano al 5 por ciento. No obstante, ese registro se encuentra fuertemente influenciado por la recuperación del sector agropecuario, que subió alrededor de 50 por ciento. La explicación de semejante repunte no está en una mejora estructural sino en la base de comparación: en 2023 la producción rural se desplomó por efecto de la sequía.
Esa recuperación del agro convive con caídas significativas en ramas que concentran el empleo urbano e industrial. La industria manufacturera retrocedió 7 por ciento, la construcción bajó 10 por ciento y el comercio cayó 2 por ciento en el período considerado. Estos tres sectores, que representan buena parte del trabajo formal y no registrado en las grandes ciudades, muestran una dinámica contractiva que neutraliza el efecto positivo del campo y deja a la economía en un sendero de freno.
La construcción es uno de los sectores más castigados por la paralización de la obra pública, mientras que la industria manufacturera y el comercio sufren la falta de una política pública específica hacia las pequeñas y medianas empresas. El Gobierno eliminó programas de crédito productivo, cerró la Secretaría Pyme en el Ministerio de Economía y redujo su planteo industrial a la idea de que “la mejor política industrial consiste simplemente en tener buenas políticas fiscales y monetarias”. Esa orientación deja a miles de empresas sin acceso a financiamiento y a merced de las condiciones impuestas por el mercado.
En conjunto, los datos de julio presentan una economía con contrastes: mientras algunos sectores financieros y extractivos muestran subas, los rubros con mayor capacidad de generación de empleo se retraen. La foto previa a la corrida cambiaria de agosto ya era la de una economía debilitada, con motores poco diversificados y dependencia creciente de los ingresos del agro.
La perspectiva hacia adelante estará marcada por el efecto del apretón monetario aplicado en agosto. El aumento de tasas encarece aun más el crédito y limita la inversión, lo que probablemente se traduzca en nuevos retrocesos en la actividad. A partir de ahí, el rumbo dependerá de las decisiones que tome el Gobierno, en particular en si decide volver a una tasa de interés elevada para poder renovar la deuda contraída a costos muy altos durante agosto y mantener a raya a la inflación.
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