19 de octubre de 2025

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“Tierras raras”: los minerales ocultos que mueven al mundo

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Desde hace un tiempo, un nuevo tema de discusión geopolítica domina la agenda internacional. Estados Unidos y China hallaron otro escenario de disputa en las denominadas “tierras raras”. Básicamente, remiten a un conjunto de 17 elementos de la tabla periódica de los elementos químicos (esa que se suele aprender en el colegio secundario), puntualmente metálicos, que son fundamentales para el presente y podrían ser aún más estratégicos de cara al futuro. Son elementos que se emplean para la fabricación de celulares, computadoras, autos eléctricos, misiles, turbinas eólicas, satélites y equipos médicos. Y, sencillamente, no disponer de ellos provoca una desventaja en el mapa que constituye la nueva Guerra Fría del siglo XXI. Como en casi todos los rubros, China lleva la delantera, ya que concentra un 80 por ciento de la extracción y procesamiento de las tierras raras.

Si uno observa la tabla periódica, las tierras raras son 17 elementos con capacidades magnéticas, luminiscentes y electroquímicas similares: Lantano, Cerio, Praseodimio, Neodimio, Prometio, Samario, Europio, Gadolinio, Terbio, Disprosio, Holmio, Erbio, Tulio, Iterbio, Lutecio, Ytrio y Scandio. A pesar de los nombres extraños y difíciles de pronunciar, constituyen la base del mecanismo que da cuerda a casi todas las tecnologías que los humanos utilizan a diario. Según cálculos estimados, se cree que el mundo consume nada menos que 300 mil toneladas al año de tierras raras y que, lo que significa aún más, esa cifra podría multiplicarse en las próximas décadas.

Su bautismo conceptual fue poco preciso, porque en rigor de verdad no son ni tierras ni raras. Se las llamó “tierras” por su aspecto terroso y “raras” porque en un principio se creía que no eran minerales abundantes. Lo bueno: sirven para casi todas las tecnologías que el mundo emplea y empleará en el futuro; lo malo: su extracción deja como saldo problemas ambientales, vinculados a materiales radiactivos que, habitualmente, quedan como residuo. Minería, bah.

¡Presidente Trump, tenemos un problema!

“Las tierras raras constituyen los ingredientes secretos de nuestras tecnologías modernas. El problema es que casi todo el proceso para extraer esas tierras raras, refinarlas y convertirlas en algo útil lo maneja China. Me refiero al 80 o al 90 por ciento de la extracción y producción mundial. Si mañana el país decide dejar de elaborar esto, te quedás sin imanes para los motores eléctricos, sin materiales para equipos militares o electrónicos”, explica a Página/12 Emmanuel Jaffrot, doctor en Electrónica y Comunicación, graduado en la Escuela Nacional Superior de Telecomunicaciones en París.

Luego continúa: “A nivel geopolítico, Estados Unidos empieza a entrar en pánico y busca la manera de invertir en minas propias, o bien, invertir en países aliados. Quiere armar una red alternativa para no depender tanto de China, y financia iniciativas en Latinoamérica, Australia y África”.

Para poner un ejemplo: si China dejara de producir tierras raras, Estados Unidos debería frenar su producción de aviones, radares, submarinos y bombas. Luego del gigante asiático, otros países que poseen estos elementos son Vietnam, Brasil y Rusia. Trump no la tiene nada fácil y deberá salir a conquistar simpatías. Después de todo, de eso se trata la diplomacia.

Lo que está en juego, en definitiva, no es solo quien controla los minerales, sino quién termina dominando la tecnología del futuro. Así lo explica Jaffrot: “Es como si fuese una guerra del litio 2.0, pero con nombres más raros, que remiten a la tabla periódica. Son elementos que explican el funcionamiento básico de todos los equipos electrónicos”. Si la Guerra Fría tenía, en la segunda posguerra mundial, a la Unión Soviética y a Estados Unidos como los dos bloques enfrentados, desde hace décadas China protagoniza el combate por otros medios.

“Desde los 80, China apostó a dominar la cadena completa de las tierras raras. Hoy se representa como problema y está en agenda porque comienza a ser un inconveniente serio para EE.UU. en su proyecto de dominación del mundo. Quizás pensaron que su poder bélico podría resultar para presionar a otros y compensar la falta de minerales en su territorio”, observa Jaffrot. Mientras Estados Unidos no le dio tanta importancia a las tierras raras, China planificó. Pensó un modelo, lo hizo a largo plazo, generó conocimiento y subsidió empresas para que trabajaran de manera muy específica y enfocada en ese nicho.

Sencillamente, Occidente y Oriente tienen una nueva cita en cada uno de los grandes desarrollos científicos y tecnológicos del siglo XXI. Si EE.UU. anuncia que llegará a Marte con misiones tripuladas, China alista a sus astronautas para hacer lo propio; si EE.UU. avanza con nuevos desarrollos de IA y presenta versiones cada vez más renovadas de ChatGPT, China redobla la apuesta con DeepSeek, su potente modelo de código abierto; si Estados Unidos busca con desesperación el control de las cadenas de extracción de materias primas para sostener la demanda de sistemas electrónicos, China monopoliza el mercado emergente de las tierras raras. Este esquema puede repetirse en absolutamente todos los frentes y conduce a un solo resultado: Norteamérica está en problemas.

La misma historia de siempre

Ahora bien, ¿qué sucede en Argentina? ¿Hay tierras raras? “Tenemos yacimientos en Jujuy, Salta y Catamarca, y también en Córdoba. Los geólogos calculan que puede haber entre 200 mil y 3 millones de toneladas de recursos, pero no hay producción todavía, ni plan para eso”, comenta Jaffrot.

De manera reciente, en este sentido, se conoció un proyecto liderado por investigadores de la Universidad Nacional de La Plata que estudia la presencia de tierras raras en la provincia de Buenos Aires (zona de Barker-Villa Cacique). En pocas palabras: existe la materia prima, pero se necesita realizar un diagnóstico para evaluar si será rentable o no su extracción.

Con Milei se frenó cualquier tipo de acuerdo con China y se abrieron otras puertas, quizás con Estados Unidos. En este esquema, el Estado podría terminar exportando los minerales sin valor agregado, cuando realmente hay posibilidades de otra cosa”, opina el especialista.

En el fondo, como siempre, la cuestión es de mirada estratégica y de modelos de desarrollo. “Cuando un país logra extraer, pero también procesar esos componentes tecnológicos, pasa de ser un proveedor de insumos a un actor tecnológico. Eso implica trabajo calificado, más ingresos y una economía menos dependiente”, resume Jaffrot. En cambio, si la nación solo extrae el elemento –y se repite la coreografía del extractivismo de siempre–, continúa el científico, con lo único que se queda como ganancia son los agujeros en la tierra y los residuos tóxicos; mientras que las potencias que los procesan retienen el rédito, al fabricar motores y satélites, por ejemplo.

“No alcanza con tener los minerales, sino con pensar qué proyecto de país construís en base a eso. Invertir en ciencia y tecnología y en transferencia de conocimiento, te puede permitir, en algún momento, realizar tareas de la cadena de valor dentro del país y no que todo se haga afuera”, remata Jaffrot.

El gas, el petróleo, el litio, las tierras raras y la lista continúa. El mismo problema de siempre: colonialismo de siglo XXI o intentar, de una vez por todas, usar el conocimiento científico para agregar valor.  

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