“Quiero que me vean como la viejita buena”, dice Nené Castiglioni, y sonríe. Tiene pinta de abuela, ojos claros, buena pilcha. A los 87 años, sale a volantear para Fuerza Patria. Es su estrategia para abrir diálogos en la vereda, entre la compra del pan y la política. “A veces me hacen así —levanta las manos con un gesto de rechazo— como si les ofreciera el folleto del demonio. Pero yo insisto. Les digo: ‘Sí, estoy desencantada como usted, pero con esta chica no’. Y ahí empiezo otro verso”.
La chica es Caren Tepp, candidata a diputada nacional por Santa Fe. Nené reparte volantes por ella, igual que hace sesenta años marchaba por la educación laica. “Yo nací en 1938 —dice—. Mi primera rebelión fue separarme del catolicismo. Era la época de Frondizi, cuando discutíamos si la educación debía ser laica o libre. Yo era laica, claro. Esa fue mi primera calle”.
Desde entonces no paró. Fue profesora de Instrucción Cívica, militante de la izquierda y del Partido Socialista Auténtico, pareja de Rubén Farina, dirigente del Partido Socialista Auténtico fallecido en 1998. Ella militó en el PSA, de aquel partido recuerda a Adalberto Boccoli y Alberto Gabetta.
“Sigo siendo zurda —aclara—. Pero aprendí que los cambios no se hacen con el 4,3 por ciento ni con el 5,2 por ciento. El cambio surge con los que trabajan. Y eso pasa por el peronismo. En mi partido les decíamos en broma a los amigos peronistas: ‘te cambio diez estudiantes por un obrero’”.
Nené sale a la calle con volantes en la cartera, y también con bastón. Hace pocos días le acercaron un andador que había usado su mamá, y siente que le permitirá andar con más tranquilidad en la plaza. Lo hace con naturalidad: “Cada vez que voy a la esquina a ver si llegó el pan, llevo unos folletos. Ya es automático”.
Habla con quien sea. Con el que arregla la moto, con el que estaciona el auto, con el que frunce la cara.
“Uno me dijo: ‘No me diga que usted está en política’. Y yo le contesté: sí, porque estoy tan desencantada como usted, pero con esta chica no. Y de nuevo, empiezo mi relato. Le hablo de Caren, de que dona la mitad de su sueldo, de que se fue a vivir a un tambo. Y por ahí, alguno se acuerda de la viejita que le dio el papelito”.
—¿Y qué te gusta de Caren?
—Que es luchadora, que viene de un grupo nuevo, y que se integra con los peronistas, que son con los que hay que integrarse. Pero los peronistas se tienen que abrir un poco la cabeza. En la lista hay gente que no me gusta, pero Caren sí me gusta. Y el marido también.
Se refiere a Juan Monteverde, también dirigente de Ciudad Futura, el partido que se alió con el peronismo para las elecciones municipales de 2023, y mantiene esa coalición.
Una familia de militantes
Nené se muestra sorprendida con la nota. «Habrán dicho hay una Matusalén que está repartiendo volantes», apela a la ironía.
“Mis tres hijos militan, todos. Salimos todos militantes”, dice con orgullo. César, Carolina y Martín son sus tres hijos. “Los dos mayores son marxistas. Mi yerno es peronista. Entonces cuando hago alguna crítica me dice que soy gorila. ¡Pará, pará, que podemos llegar a una pelea de muerte!”, se ríe. El menor, aclara, “es anarquista de los de verdad, no de esos tilingos de ahora”.
La genealogía de los Castiglioni parece escrita por un novelista: inmigrantes italianos que llegaron “asignados en la bodega de un barco”, una abuela que se fugó con un peón anarquista y se casó en la grupa de un caballo y una nieta uruguaya de doce años que reparte volantes como su bisabuela.
En su casa, es la ley de la abuela, los límites necesarios para la crianza ya los ejerció como madre. “Acá se puede comer chocolate antes del almuerzo —dice Nené—. Es mi ley. Desde la reja para atrás, las reglas son mías”.
Una mujer de su época
Nené Castiglioni participó en el Rosariazo, y lo considera un orgullo. En una mesita del living de su casa tiene una obra de arte de Noemí Escandell de una Madre de Plaza de Mayo. Ahí nomás, en una mesa contigua, hay un afiche de Caren Tepp que planifica colgar con dos alambres finitos y un toco de volantes que le trajo su hijo la tarde anterior.
Nene no se calla nada, ni mide sus palabras. Su firmeza es la de una mujer que lleva una vida defendiendo sus convicciones, con la misma firmeza que ahora se alza por la educación pública o se enoja con los jubilados que se organizan en grupos separados. “No entiendo por qué en Rosario hacen dos marchas. Es una sola, ¡no la podés dividir!”.
Se jubiló como profesora hace tres décadas. Militó en la docencia, hizo huelgas, y hasta discutió con sus compañeras sobre qué días convenía parar. “Las de Nación perdíamos hasta el último mango, y aun así hacíamos huelga. Porque si no, ¿para qué?”.
Nené habla como si te abriera su casa y sus recuerdos al mismo tiempo. A veces se va por las ramas —la historia familiar, los nietos, las noches de insomnio, la revolución, las marchas— pero siempre vuelve al mismo lugar: la calle.
Para salir a la calle arma sus afiches a mano. Los escribe con fibrón sobre hojas blancas que lleva en el pecho. Así lo hizo el 1° de febrero, en la marcha del orgullo antifascista para repudiar el discurso de Javier Milei en Davos, cuando dijo que las personas homosexuales eran «pedófilos». «Jamoncito, mirá la que armaste!! Cortala!! Hace calor. Medicate». En un momento, hacía mucho calor y se sentó en el cordón. «Hubo que llamar a los bomberos para levantarme», se ríe de sí misma.
A Milei le dice «loquibambia» y muestra orgullosa otro de los carteles que armó ella misma. «De Premio Nobel a facho estafador ¿qué te pasa? Firma: Perro muerto. Ah, son 30.000. Calmate», es otro de los carteles artesanales hechos con fibrón. Se ríe porque muchas personas le preguntan a su hijo si los hizo él, pero ella está orgullosa de su inventiva.
Se nota que hablar de política le gusta, y se enorgullece de sus ocurrencias. Salir a la calle la mantiene activa. “Ahí está la gente. Los medios ya sabemos lo que van a decir. En cambio, en la calle se escucha, se aprende, se mira lo que la gente necesita.”
Por eso, cada vez que sale lleva volantes. Y cuando alguien la frena para decirle que está cansado de los políticos, ella sonríe y contesta: “Yo también estoy cansada. Pero no de todos. Hay gente nueva, como Caren. Y hay que darles una mano”.
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