Quien tuvo la experiencia de recorrer alguna vez el edificio Cero+infinito, ubicado en la Ciudad Universitaria de la UBA, no se la olvida nunca más. Inaugurado en octubre de 2021, representa el corolario de una política de Estado que comenzó a soñarse como proyecto en 2006, se puso en marcha en 2015 y consiguió volverse realidad recién hace cuatro años. Nada menos que 8.500 metros cuadrados destinados a aulas, oficinas y salas de uso diverso, en las que trabajan, entre otros profesionales, los principales referentes del país en ciencias de datos, computación e IA. En el presente, a pesar de su apariencia deslumbrante, ese edificio no tiene mantenimiento y aquello que se rompe, luego no se recupera. El gobierno no pone dinero y al mismo tiempo no permite que los artefactos rotos, como aires acondicionados, sean arreglados de otra manera.
Al respecto, el decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, Guillermo Durán, narra a Página/12 las peripecias de un abandono que, según proyecta, terminará mal. “En octubre de 2021, se firmó un convenio de cooperación entre la UBA y el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, por intermedio del cual el edificio se le cedió a la Universidad y, a cambio de un espacio que el gobierno tendría en el primer piso del mismo edificio, este se comprometía a garantizar el mantenimiento durante 10 años”. Ese espacio del primer piso que Durán refiere es el Centro Interinstitucional de Datos, que en el presente solo opera la UBA porque al gobierno actual no le interesa participar.
“Cuando se inauguró el edificio tenía entre seguridad, videoseguridad, limpieza y mantenimiento, alrededor de 70 personas trabajando. Hoy calculamos que son menos de la mitad. La seguridad y la limpieza se mantienen razonablemente bien. Con menor dotación, está un poquito más sucio y un poco menos seguro, pero no representan un problema en sí mismo. Lo que han abandonado por completo es el mantenimiento”, continúa Durán. Y destaca en relación a lo que sucedía en la gestión anterior: “Antes cuando teníamos algún problema recurríamos al gobierno y este ponía los fondos que hicieran falta”.
Más allá de ser nuevo, el edificio requiere de cuidados. “Se van rompiendo cosas y no las arreglan. Estuvimos todo el 2024 negociando con el gobierno para que arreglaran el aire acondicionado central para la planta baja, no lo hicieron y finalmente lo pagó la UBA. Una suma de 50 mil dólares”, apunta. “En el primer piso, funcionan 23 equipos de aire acondicionado, y hoy ya tenemos seis que no andan. Si se siguen rompiendo será difícil repararlos en el futuro. Imaginate en pleno verano, con 35 grados, en las oficinas se torna casi imposible poder trabajar”.
Frente a esta situación, ¿cuál sería la alternativa? Para ser justos, el gobierno aplica su eslogan de “no hay plata” a toda las instituciones de la administración pública. Durán insiste: “El principal problema es que cuando se rompe algo y nosotros queremos poner a nuestra gente de mantenimiento a estudiar el problema y tratar de resolverlo, desde el gobierno nos dicen que no nos corresponde. No nos dejan tocar nada”.
El nudo está planteado: no lo arreglan desde el gobierno porque no hay plata, pero al mismo tiempo, no dejan que desde la Universidad puedan ver la manera de resolverlo.
De larga data
El edificio Cero+Infinito se creó gracias a un crédito internacional durante el gobierno de Cristina Kirchner, a través de la gestión de su entonces ministro de Economía, Axel Kicillof. La licitación finalizó en paralelo al fin del gobierno kirchnerista a fines de 2015, se construyó durante el macrismo y finalmente fue inaugurado en la gestión de Alberto Fernández. “Fue claramente una política de Estado: fue gestado durante Cristina, construido durante el mandato de Macri e inaugurado durante el gobierno de Alberto”, suele resumir Durán.
El edificio aloja carreras de punta como Ciencias de la Computación y Ciencias de Datos, de gran prestigio y relevancia internacional por su vínculo con la tan mentada Inteligencia Artificial. “Mientras dicen que un área prioritaria de este gobierno es la IA, el Cero+Infinito tal vez sea el principal centro de Argentina en el que se estudian estos temas. Sin embargo, no ponen un peso para que podamos utilizar la infraestructura a disposición como es debido”, refiere el decano.
El malestar desde la Facultad de Ciencias de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA no es nuevo. En junio de 2024, las autoridades universitarias enviaron una carta documento al jefe de Gabinete exigiendo explicaciones sobre la situación del Cero+Infinito. En aquel momento, las autoridades universitarias alertaban por una situación parecida: estaban vencidos los contratos de seguridad, mantenimiento y limpieza.
Así lo explicaban las autoridades de la UBA a este diario: “En diciembre de 2023 algo cambió. Inmediatamente después de la asunción de las nuevas autoridades nacionales, el pago a las empresas contratistas de todos los servicios comprometidos comenzó a sufrir demoras. En ese mismo momento, las autoridades de la Facultad iniciaron los reclamos a la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología, y denunciaron públicamente la situación. El decano pudo hablar en reiteradas oportunidades con el secretario del área, Alejandro Cosentino, sin conseguir destrabar los pagos y sin obtener información de cómo seguiría el vínculo con los proveedores”.
Aunque en el presente las autoridades gubernamentales para ciencia son otras, la coreografía oficial es muy parecida: no tienen intención de resolver ningún problema y dejan a las universidades pedaleando en el aire. “La carta documento nunca la contestaron”, comenta Durán, y advierte: “De alguna manera, las licitaciones se renovaron a valores menores, y por lo tanto, el servicio es mucho menor. Está muy recortado”.
Todos en la misma
Esta situación que atraviesa el edificio de la UBA se enmarca en la asfixia que el gobierno libertario imprime sobre el sistema universitario en su conjunto, así como sobre el sector ciencia y tecnología.
“Para tener una idea, en 2025, la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación tan solo invierte un 5 por ciento en términos reales de lo que invirtió en 2023; los salarios de universitarios e investigadores deberían incrementarse en un 50 por ciento en términos nominales para empatarle a diciembre de 2023; lo que nos dan para gastos de funcionamiento no alcanza”, detalla Durán. Y sentencia: “Hay una política de destrucción de las universidades nacionales y del sistema científico en general”.
En el presente, aunque las instituciones de educación superior ya disponen de la Ley de financiamiento que asegura los fondos para continuar con sus actividades, el oficialismo insiste en no cumplirla, pese a haberla promulgado. Con el espaldarazo que, además, le dio el triunfo en las elecciones legislativas al partido violeta, la motosierra tiene más nafta para hacer lo que le plazca y desobedecer el mandato del parlamento, tal como viene haciendo desde que asumió el poder.
Por su parte, las universidades presentaron un amparo para que el dinero que les corresponde por Ley finalmente les llegue. Con un presente de incertidumbre, el futuro encierra enigmas complejos de resolver. Incluso, para algunas de las mentes más brillantes del país.

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