Un informe sobre inseguridad alimentaria de la Universidad Católica Argentina (UCA) concluyó que el 15% de los asalariados sufre esta problemática: un 9,3% de forma moderada y un 5,9% de forma severa. ¿Cómo es posible que en este contexto la pobreza baje según el INDEC?
Desde la perspectiva de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la alimentación adecuada forma parte de las condiciones de trabajo dignas, estrechamente vinculada con la salud ocupacional, la productividad y el bienestar integral de la fuerza laboral.
Metodología del informe de la UCA
El índice de inseguridad alimentaria se construyó a partir de un puntaje (de 0 a 12) que refleja el grado de privación alimentaria en hogares con niños, niñas y adolescentes, basado en las respuestas a cinco preguntas.
La muestra incluyó más de 8 mil testimonios de varios grandes centros urbanos del país, como el AMBA, Gran Rosario, Gran Córdoba, San Miguel de Tucumán y Gran Mendoza, entre otros.
A los entrevistados se les realizaron cinco preguntas sobre los últimos 12 meses (a mayor puntaje, mayor inseguridad alimentaria).
Los trabajadores informales y sin educación, los más perjudicados
El estudio destaca que los trabajadores asalariados, aun con inserción formal, no están exentos del problema. La inseguridad alimentaria afecta al 15,2% de los trabajadores asalariados y al 7,4% de aquellos con empleo formal. El porcentaje de afectados se eleva al 25,3% en la población ocupada no asalariada, que incluye a cuentapropistas, precarizados, y trabajadoras de servicio doméstico.
Las desigualdades socioeconómicas y educativas son determinantes. El guarismo llega hasta el 34% en la población que tiene el secundario incompleto y un trabajo informal. En el extremo opuesto, la inseguridad alimentaria solo afecta al 2,8% de las personas con título universitario y empleos registrados.
Conclusiones del estudio
¿Cómo se miden la pobreza y la indigencia en Argentina?
La medición de la pobreza y la indigencia en Argentina por parte del Indec solo tiene en cuenta los ingresos de cada hogar, por lo que no hay una mirada multidimensional que incluya educación, salud, servicios básicos, vivienda y empleo, entre otros. El último dato arrojó que el 31,6% de la población vive bajo el umbral de la pobreza.
Para la indigencia se toma como referencia la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y para la pobreza Canasta Básica Total (CBT): la primera toma en cuenta solo alimentos, mientras que la segunda incluye además bienes y servicios no alimentarios.
El último dato disponible es de septiembre e indica que para no ser pobre un adulto debe tener ingresos de al menos $380.858. Para ejemplificar: un jubilado que recibe la mínima, que con bono incluído fue de $390.277 en septiembre, no es considerado como pobre por el Indec.
En el caso de un hogar de tres integrantes la cifra asciende a $936.911, en casas de cuatro individuos $1.176.852 y en las de cinco $1.237.789. Para no ser considerado indigente, el adulto debe tener ingresos de al menos $170.788. Es importante destacar que en ninguno de esos números se incluyen gastos de alquiler, cuando según el Censo 2022 una de cada tres familias no tiene hogar propio.
Ambas canastas se actualizan por el Índice de Precios al Consumidor (IPC). Si bien la metodología con la que se mide es la misma desde hace muchos años, a partir de diciembre de 2023 se da la particularidad de que el porcentaje de ingresos que las familias gastan en los servicios aumentó desmedidamente con respecto a los alimentos: los primeros tienen muy poco peso en el cálculo de la inflación, mientras que los segundos están mucho más ponderados.
La Ciudad de Buenos Aires usa una canasta más actualizada que pondera más los servicios, basada en la Encuesta Permanente de Hogares que se realizó en 2017/18 por parte del Indec, pero que nunca se utilizó (actualmente se usa una de 2004/05 que quedó desfasada). En el acumulado desde la asunción de Milei la inflación de la Ciduad está unos 30 puntos porcentuales por encima del dato nacional, por lo que en ese caso la pobreza estaría en realidad varios puntos por encima del guarismo actual.
En resumen, los ingresos nominales de las personas aumentaron, pero no como para sostener o mejorar su poder adquisitivo. La prueba de ello es la baja en el consumo masivo que se produjo en casi todo lo que va del mandato de Milei. Pero como las canastas se actualizan por inflación, la cual se calcula con una canasta absolutamente desactualizada, el porcentaje está a la baja.

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