Gracias a un análisis realizado por una Inteligencia Artificial, se habría descubierto que una obra que se consideraba una copia de un cuadro de Michelangelo Caravaggio, es en realidad autoría original del gran artista barroco del siglo XVII. La famosa casa de subastas Sotheby´s y el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York habían tratado previamente a esta versión de «El tocador de laúd» como si solo se tratara de una imitación de la original. Sin embargo la prueba con IA realizada por la empresa suiza Art Recognition, en conjunto con la Universidad de Liverpool, le otorgó un 85,7% de probabilidades de que sea del antiguo artista italiano. Carina Popovici, la directora de la compañía que colaboró con el proceso sostuvo que «todo valor por encima del 80% es muy alto».
La historia del cuadro
Para 1597 Caravaggio era un artista pobre que vivía en las calles de Roma hasta que un cardenal, Francesco María del Monte, le proveyó un domicilio y alimentación convirtiéndose en su mecenas. Entre los cuadros que pintó en esa época figura el eje del hallazgo actual. Esa obra, de la colección del Monte, se vendió en 1620 y fue adquirida por Antonio Barberini, otro futuro cardenal.
El tocador de laúd había sido comprada en el siglo XVIII por el tercer duque de la familia Beaufort, de la casa Badminton House, ubicada en Gloucestershire, Inglaterra. Recién en 1969 la obra volvió a ser comercializada cuando Sotheby´s la vendió como copia «según Caravaggio» por solo 750 libras (1800 dólares a precio de hoy, solo 900 en ese momento), y en 2001 la subastó como «círculo de Caravaggio» –es decir, obra de su entorno pero no confirmada de él– por 71000 libras (99 mil dólares de la época, y aproximadamente 180 mil dólares actualmente).
Clovis Whitfield, un historiador del arte y galerista británico, fue el comprador de principios de este siglo. En dicho momento aseguró que la obra «correspondía exactamente» con lo que contaba Giovanni Baglionie, el biógrafo de Caravaggio, en 1642, haciendo énfasis en «detalles minuciosamente observados, como el reflejo de las gotas de rocío en las flores«.
Pelea por la originalidad
Hay por lo menos 3 versiones de El tocador del laúd. Una de ellas se encuentra el Museo Hermitage de San Petersburgo, Rusia. Mientras que la última integra la colección Wildenstein tras haber sido expuesta en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York entre 1990 y 2013 y es conocida porque quien toca el laúd es una mujer.
En ese 1990 el jefe de pinturas europeas del museo neoyorquino, Keith Christiansen, valoró a la versión actual de Wildenstein como la original y calificó a la de Badminton, que luego llegó a manos de Whitfield, como la copia. De hecho en un escrito le espetó a Alfred Bader (un antiguo comprador de esa versión) que «nadie –y ciertamente ningún erudito moderno– ha considerado jamás o consideraría jamás la idea de que su cuadro pudiera ser pintado por Caravaggio». Luego de años Whitfield replicó que «el resultado de la IA derriba al Sr. Christiansen».
En contraposición con el mismo estudio que certifica como verdadera a la de Badminton y Whitfield, Popovici destacó que la pintura de la colección Wildenstein es una copia. «Nuestra IA arrojó un resultado negativo», sostuvo. En la misma sintonía David Von Edwards, presidente de la Sociedad del Laúd, señaló que en esa versión de la obra había varios defectos que no se encontraban ni en la de Badminton ni en el Hermitage.
El post hallazgo
El mundo del arte planifica diversas formas de contarle al mundo que encontró un Caravaggio original. Por ejemplo, Whitfield y Popovici realizarán un podcast que se estrenó este mismo sábado y será presentado por Noah Charney, un historiador del arte estadounidense, quien prepara un artículo académico sobre El tocador de laúd. Geraldine Norman, destacada en el mercado del arte, contará la historia del cuadro en a través de un documental.
De todas formas, una de las mejores vías para contarlo es que se siga exponiendo, y esa parece ser la idea de su actual poseedor. Whitfield pretende que la obra sea exhibida en una colección pública y la National Gallery inglesa, que acaba de obtener una inversión de 375 millones de libras (450 millones de dólares), se posicionaría como el más probable de sus futuros destinos.
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